De Madrid al Algarve

martes, agosto 17, 2010

Este año nos apetecía hacer un viaje en el que sentirnos libres, sin tener nada excesivamente planificado. Después de darle muchas vueltas decidimos ir en coche al Algarve. Reservamos siete noches de hotel en Albufeira, situada más o menos en la mitad del Algarve, con la idea de movernos por allí, y no hemos parado. De camino (son 768 km), hicimos noche en Cáceres, y al día siguiente comimos en Itálica. Llegamos a Albufeira sobre las 19:00 (allí es una hora menos que en España). Esa misma tarde, nos dimos un paseo por Praia da Galé y visitamos Praia do Coelho. Reconozco que no me llamaron mucho la atención. La primera es muy larga, pero tiene arena gruesa, con restos de conchas, que se te quedan incrustados en los pies. La segunda no es muy grande y en gran parte de ella, como en muchas otras playas del Algarve, hay peligro de derrumbamiento.

Habitual cartel en las playas del Algarve

Habitual cartel en las playas del Algarve

Al día siguiente, el cielo estaba completamente encapotado y chispeaba, pero la temperatura era agradable. Nos dimos un largo paseo por la Praia do Alvor, hasta llegar a la Praia dos Tres Irmãos que, con sus acantilados rojizos y rocas erosionadas es protagonista de muchas de nuestras fotos. Comimos en Praia da Rocha, un espectacular menú del día, por 6 euros: cóctel de mariscos o ensalada y salmón o pez espada. Buenísimo. Después visitamos Ferragudo y Lagoa y terminamos el día en la Feria Medieval de Silves.

El tercer día dimos un paseo por Olhão, fotografiando los distintos azulejos que cubren las casas, y otro por Tavira, donde las protagonistas fueron las chimeneas. Desde Quatro Aguas cruzamos en barco a Ilha de Tavira. No se tarda ni cinco minutos. Lo peor es la espera hasta que se llena el barco. Allí sorprende lo bien situado que está el camping, los restaurantes por los que hay que pasar antes de llegar a la playa y de nuevo el largo paseo (no conseguimos ver el final de la isla).

Ilha de Tavira

Ilha de Tavira

El cuarto día fuimos a Lagos, de donde destaco la Igreja de Santo Antonio, monumento nacional, y los espectaculares paisajes de Ponta da Piedade. Nos dirigimos hacia el fin del mundo, Cabo de São Vicente, para ver la que dicen es una de las mejores puestas de sol. No tuvimos buena suerte. Aunque el día estaba despejado, apareció bruma en el horizonte y anocheció sin más. De vuelta, cenamos en Sagres.

El quinto día pasamos por Loulé, donde tuvimos oportunidad de visitar el mercado de abastos, ubicado en un edificio neomudéjar. Luego nos dirigimos hacia Estói, para ver el Palacio/Pousada (ahora cerrado por reformas), antes de llegar al yacimiento arqueológico de Milreu. Tras visitar Faro, el baño tocó en Ilha de Faro, que como Ilha de Tavira, forma parte del Parque Natural de Ría Formosa.

Ruinas Romanas en Milreu

Ruinas Romanas en Milreu

El sexto día fue el menos acertado, aunque viéndolo en la distancia, tampoco estuvo mal (cambiaría mi situación actual por repetir ese día…). Paseamos por la rivera del río en Alté, nos acercamos lo más que pudimos en coche hasta el castillo de Paterne, nos comimos un «cachorro» (perrito caliente) mirando al mar en Albufeira, nos bañamos en Praia Falesia y cenamos pollo piri piri en Guía.

El séptimo día no descansamos. Al contrario. Fue el que mayor paliza nos pegamos. Pero sarna con gusto, no pica. Recorrimos gran parte del camino trazado, siguiendo la línea escarpada de la costa, entre Carvoeiro y Praia da Marinha, donde nos bañamos, antes de que la marea hiciera desaparecer esta pequeña cala.  Destacaría la agradable comida en Boneca Bar, al lado del «mirador de los enamorados», en Algar Seco. Terminamos el día en el Festival Internacional de Esculturas de Arena, de Pêra. ¡Impresionantes!

Un bonito paseo

Un bonito paseo

De vuelta a España, paramos en Castro Marim, donde preparaban su Feria Medieval, y en Vila Real de Santo Antonio, donde el mercadillo de antigüedades nos impidió ver el reloj solar en que se convierte la plaza Marqués de Pombal con el obelisco del centro.

Ya en España, hicimos noche en Mérida y paramos en Trujillo.

Aproximadamente 1500 kilómetros por tierras portuguesas, más los aproximadamente 1500 de ida y vuelta entre Madrid y Albufeira. Sin embargo, no se nos ha hecho nada pesado. Es tiempo de ordenar las más de 1000 fotos y escribir algún que otro post más para sacar el máximo jugo a unas vacaciones inolvidables.