Esta semana he tenido la suerte de asistir al estreno de «Sonrisas y Lágrimas. El musical«, en el Teatro Coliseum de Madrid, invitada por Leticia, una gran amiga, que trabaja en Riga, una de las cinco productoras que han hecho posible este musical. Entre los asistentes, reconocimos a Luis Cobos, Masiel, Lucía Bosé, José Sacristán, Ana Ruíz (Cámara Café), Nieves Herrero, Lourdes Maldonado o Mariñas. Parte del atractivo de un estreno es poner nombre a las personas que atraviesan la alfombra roja y posan en el photocall.
«Sonrisas y lágrimas» es una de esas películas que ves cuando eres pequeño, olvidas durante el año y recuerdas cuando vuelven a pasar al año siguiente por Navidad, como «Mary Poppins», «E.T». o «Grease».
Cuenta la historia de María, una novicia inadaptada que termina siendo institutriz en casa de la familia Trapp. Con su llegada, los siete hijos del capitán Georg abandonan la disciplina a la que estaban sometidos para descubrir una nueva vida más alegre, protagonizada por la música. Quién no ha tarareado alguna vez «Don es trato de barón, res selvático animal, mi denota posesión, far es lejos en inglés…».
«Sonrisas y lágrimas» está basada en una historia real. Empezó a representarse en Broadway hace 52 años. Y después fue llevada al cine. Ahora el musical llega a Madrid. No es tan espectacular como otros musicales a los que estamos acostumbrados. Sin embargo, ese es precisamente parte de su atractivo, que ha querido conservar, como nos explicaba Leticia, la autenticidad de los musicales clásicos.
Para mí, lo mejor del musical es la voz de la Madre Abadesa, que en más de una ocasión consiguió ponerme los pelos de punta.
Una curiosidad: una de la niñas que representa a Gretl, la hija pequeña de la familia Trapp, es hija de Loreto Valverde, que en el musical representa a la Baronesa, novia del capitán.