Sexo en Nueva York

jueves, junio 26, 2008

Sexo en Nueva York

Ayer fui a ver «Sexo en Nueva York«, una película que nunca habría visto de no ser porque me invitaba Saatchi & Saatchi. Fue un pase exclusivo para chicas, aunque probablemente, si no se hubiera hecho esta aclaración, tampoco habrían venido muchos hombres, por la temática y porque había semifinal de la Eurocopa. Nos regalaron  un paquete de palomitas y una bebida. ¡Gracias!

Yo no había visto nunca la serie pero no tuve ningún problema para seguir el argumento de la película, ya que al principio la protagonista hace un pequeño repaso de las seis temporadas. Pasé un buen rato en el cine y llegué incluso a plantearme hacer una maratón con un par de amigas fanáticas de la serie y ponerme al día. Pero, por lo que escribe Jorge Rubio en Tu Blog De Cine, debe de ser mejor ver a Carrie Bradshow y sus colegas en la gran pantalla que en la tele.

No voy a hablar más de la película desde el punto de vista cinematográfico porque, después de leer la fantástica crítica de Jorge Rubio, no tengo mucho que añadir. Sin embargo, sí quería hacer hincapié en los descarados products placement: larga sesión fotográfica para la revista «Vogue» y posterior exposición de la publicación en distintas tiendas y quiscos, regalo de un auténtico bolso Louis Vuitton por parte de la mismísima Carrie Bradshow a su asistente personal, vaso de Starbucks en la mano de la protagonista para combatir la depresión o el maletero de Samantha repleto de bolsas de Gucci, sin olvidar la archiexplotada adicción de la protagoniasta a los «Manolos«. Son algunas de las marcas que, sin hacer un gran esfuerzo, recuerdo haber visto ayer en la gran pantalla. No me extrañaría nada que, con lo que han pagado por aparecer en «Sexo en Nueva York», se hayan cubierto los gastos del rodaje de la película. Es probable incluso que el argumento del film se haya construído a partir de la incursión de esas marcas.

Creo que estos emplazamientos de productos son bastante efectivos porque llegan a su público objetivo, que además los ve en pantalla gigante, con la luz apagada y sin otra posible distracción. Por si fuera poco, las progatonistas se convierten en auténticas prescriptoras de la marca, a la que aportan indirectamente sus valores.