Paul Gilbert es el guitarrista preferido de Carlos. Desde que le conozco, hemos ido a varios conciertos suyos. Le vimos con Mister Big en La Riviera y en la Sala Heineken. Sus conciertos son espectaculares. El guitarrista y bajista se retan, repitiendo cada uno lo que ha tocado el otro en un divertido juego, y tocan la guitarra con los dientes o con un taladro.
También habíamos visto a Paul Gilbert en solitario en La Sala. En ese concierto me pareció un tío super cercano y me cayó bien. Cuando ya estaba terminando, dijo: «este es el momento en el que otros grupos desaparecen del escenario, esperan un rato mientras la gente pide a gritos que vuelvan a salir y salen. Yo me voy a ahorrar todo esto y voy a tocar ya alguna canción más». Se agradece…
Esta última vez le hemos visto en Ritmo y Compás. Como la anterior, fue un concierto muy familiar, en una sala pequeña. Además fue mi primer clinic. Paul Gilbert enseñó a los guitarristas asistentes varios trucos para tocar la guitarra. Primero lo explicaba y luego lo ejemplificaba con alguna canción de un grupo conocido, como The Who, ACDC, The Eagles o Jimmy Jendrix. En tono de humor, aprendimos que levantar el brazo después de rasguear las cuerdas es casi tan importante como marcar el ritmo con el pie. Y hablando más en serio, enseñó cómo tocar rápido (algo que le caracteriza) o hacer acordes menores disminuidos, presentes en tantas canciones. Contó que desde que empezó a tocar la guitarra con ocho años, estuvo varios años tocando notas simples y cuando descubrió los acordes se abrió un mundo de posibilidades ante sí. Criticó el modo clásico de aprender a tocar la guitarra, repitiendo escalas una y otra vez, e invitó a los músicos a buscar y tocar las melodías que escuchan en su mente.
Por primera vez venía acompañado de su mujer, Emi Gilbert, que toca el teclado, y también es muy buena. Me encanta el buen rollo que parece que hay entre ellos. Claramente este concierto era una escala de sus vacaciones por Europa.
Los otros dos músicos que le acompañaban eran españoles. Paul Gilbert explicó cómo dos personas que hablen diferentes idiomas pueden entenderse perfectamente si los dos entienden el lenguaje de la música. Y lo demostró, estableciendo un diálogo con cada uno de los tres músicos. Tocaba algo y los otros le respondían, cada uno con su instrumento. Así que el concierto también tuvo su momento de jam session.
Al final existía la posibilidad de sacarse fotos con Paul Gilbert, pero al día siguiente había que trabajar y preferimos no esperar. No perdemos la esperanza de que algún día Carlos pueda tocar con él y nos saquemos todas las fotos que queramos sin tener que esperar cola 😉